BENICASIM ALCOCEBER POR LA COSTA MEDITERRANEA

Estas Pascuas me he pasado más tiempo del esperado mirando las nubes del cielo, y los olones en el mar. El plan era hacer un mini viaje de dos días con bici y navegar al menos una sesión . Con un temporal importante y sus replicas, la playa ha sido territorio de surfers. El día que no estuvo mal para navegar, tenia otro plan familiar. Y la última jornada, pese a que habían bajado las olas, el viento no era flojo. Decidí, no salir solo….y ello no me gustó porque cada vez, pongo el listón más bajo, para decidir que no salgo a navegar. Es algo que me tengo que mirar, y solo se me ocurre con una sesión de olas , antes que la playa se llene de bañistas.

El segundo plan que había, era coger bici, remolque, niño y trastos e ir desde Benicasim hasta Torrenostra (playa de Torreblanca), hacer cámping, y al día siguiente, hacer toda la Serra d´Irta por la costa, y llegar hasta Peñiscola o Benicarló. Me las prometía muy felices, hasta que la previsión cambió bruscamente a lluvia intensa, y solo teníamos un día de no-lluvia. Luego, en realidad, parece que no llovió, pero como yo veo esto de ir con niños, no te la puedes jugar , permitiendo que el frío y la lluvia, dejen un mal sabor de boca.

Así que nos levantamos el sábado santo (dia de no-lluvia), y después de desayunar como unos señores, preparé todo lo necesario. Aunque no íbamos a necesitarlo, me apetecía ir casi en «modo caracol», con todo lo necesario para un viaje. Se trataba de no olvidar las sensaciones de ir cargado, y de ir lastrado cual penitente. Mas que por devoción, por una forma de equiparar mis fuerzas con las de mi hijo. Prefiero que el marque los tiempos y ritmos. Llené el remolque con la tienda, dos sacos de dormir y una pequeña bolsa estanca. Encima, en un saco azul, las dos esterillas hinchables: ligeras pero voluminosas. En una alforja llevaba, un par de botes de comida, el hornillo, el set de picnic para dos, algo de comida, bomba de aire, herramientas, y cámara de repuesto. Alguna cosa llevaba mas, que no cuento para no aburrir, y como siempre, en una bolsa de manillar, las cosas a tener a mano.

CRUZANDO OROPESA Y MARINA D´OR

Salimos con el cielo nublado y la esperanza que se cumpliese el guión, y apareciese el sol. Nuestro primer tramo, discurría por la vía verde de Benicasim a Oropesa. A cada metro que avanzábamos, nos encontrábamos con mas gente a pie o en bici. Señal divina, de que el buen tiempo aparecería. A poca velocidad, para ir estirando músculos y coger confianza con el remolque cargado, llegamos hasta el final de la vía verde. Llegados aquí, seguí un recorrido recomendado por mi amigo Vicente, para cruzar Oropesa de forma segura. Parece que hay un proyecto de carril bici, aunque no tengo claro si se trata de bufo electoral.

Por eso una vez llegas al final de la vía verde, giras a la izquierda, pasando por debajo de la vía. Luego vas por un descampado paralelo a la vía, hasta que otro túnel te hace cruzar la vía. Continuas hacia el norte, junto a la vía, hasta que tienes que girar a la derecha. Un poco más adelante algo pintado de verde parecido a un carril bici, pero con muchos peatones que van por allí porque no tienen alternativa, te lleva hasta Marina d´Or. Llegados hasta este mega-monstruo-urbanistico, lo cruzamos como buenamente pudimos, porque en esas fechas es un pequeño hormiguero. Normalmente es un lugar tranquilo, pero cuando son fiestas o verano, ya se sabe. Por los jardines está prohibido circular en bici.

Una escultura marca el fin de Marina d´Or, y unos descampados más los restos de un cámping desmantelado el final de un paraje hace años increíble. Zonas de eucaliptos y pinos, delante de una playa con dunas. Lo poquito que queda, está ahí como un preso esperando en el corredor de la muerte. Una tarima de madera que empieza junto al cámping Didota recorre el camino hasta Torre la Sal. Este cámping y los de al lado (Didota, Torre la Sal 1 y 2 ) , son buenos lugares para acampar si vas en kayak, porque están pegados a la playa. Una vez nos encontramos con mucha gente paseando por la tarima, y tuvimos que parar más de la cuenta.

Era demasiado estrecha, y se trataba de no atropellar a nadie. Un día de no-vacaciones, seguro que no encuentras a nadie, y el recorrido gana. Pasamos frente a la torre que da nombre a Torre la Sal, y ahí las tripas de mi hijo empezaron a protestar, con lo que paramos a comer un poco más adelante en Casa Artemio. Allí nos dimos el homenaje gastronómico (nadie dijo de nada de padecer) con lo que el hornillo y los botes de albóndigas se quedaron con su sueño en la alforja.

PRAT DE CABANESY TORRELASAL

El solecito bueno, y la brisa invitaron a descansar un buen rato, allí mismo , en la Ribera de Cabanes, para reposar la comida. Lo bueno, de viajar, sin saber hasta donde vas a llegar, tiene de guay, que te olvidas de los tiempos, y simplemente te dejas llevar por lo que apetece. Teléfono apagado, reloj escondido y gps que se quedó sin pilas. Beber cuando tienes sed, comer cuando tienes hambre , parar cuando te cansas y hacer pis cuando…..la pilila ordene. Solo dejarse llevar, y tratar de empaparte con cada metro del camino. Cuando el descanso había dejado paso al aburrimiento (la próxima me llevo un libro) y el culo lo teníamos cuadrado de estar sentado, retomamos el camino. Al final de la Ribera, hay un sendero que hicimos en el pasado, que al final se complica mucho para hacerlo en bici. Es por ello que tomamos un camino de tierra que pasa junto a la piscifactoria.

Ahí ya se acabó la gente, y comenzaron los charcos. Ya hacia rato que me había acoplado a eso de llevar el remolque cargado, pero nunca lo había metido por charcos gordos. Una vez más el remolque no me falló, y en esta ocasión los bolsos estancos se ganaron el jornal. El camino hasta Torrenostra discurre dejando a la derecha el Prat de Cabanes. Un parque protegido de alto valor ecológico pero poco visual. Es como un enorme mar de cañas y juncos poco agradable a la vista, e impenetrable. La multitud de canales, que lo recorren estaban a tope de agua por las últimas lluvias. Iba pensando todo el rato «aquí falta algo, falta algo…..» y me acordé al final: mosquitos. Inexplicablemente no encontramos.

Cruzando charcos , barro , alternando con algún camino asfaltado llegamos hasta el final del parque. Un camino de tierra nos llevó hasta la torre de madera y la playa. Allí tuvimos la sorpresa de la jornada al ver como una piedra dentro de un charco se movía. Era una preciosa tortuga. Mi hijo por la emoción de poder coger un bicho salvaje, se paró en medio del charco , y pasó lo que no quería: pies mojados. Estuvimos un rato mirándola y la dejamos en paz en su charco. Había convencido al niño que no nos la podíamos llevar a casa, y había que poner tierra de por medio, antes de que se arrepintiese. Esta vez tuvimos tiempo de subir a la torre y sentarnos un rato arriba para disfrutar de las vistas.

Al dirigirnos hacia Torrenostra, vimos como el camino paralelo a la playa, lo habían llenado con los cantos rodados de la playa. Había que echar pie a tierra y empujar la bici. Hasta que me fije que comenzaba un pasillo de metro y medio de arena compacta entre las olas de la orilla, y los pedruscos. Ni me lo pensé me metí a rodar por allí, y fue un momento breve pero mágico: rodar a unos palmos de la orilla sin mojarnos ni hundirnos en la arena. De esta forma, llegamos a Torrenostra donde nos tomamos algo en una terraza, mientras llamábamos a la nave nodriza (mi chica) para que viniese en nuestra búsqueda.

Con fuerzas renovadas apuntamos nuestras bicis hacia Alcocéber. Hacia miles de años que no pasaba por esta zona. Tantos que ni tenia recuerdos. Chalets desocupados , olivares abandonados y monte bajo. Y siempre por un camino asfaltado donde siempre teníamos a la vista el muro de cantos de la playa. Poco a poco empezaron a llegar los chalets, y los edificios de dos alturas . Por un momento la costa se llenó de pequeñas subidas y bajadas, que abrían a nuestros ojos pequeñas playas. Comenzó una pasarela de madera que llegaba hasta al pueblo, pero que desistimos usar porque había gente paseando. Como pudimos, buscamos callejuelas esquivando coches, personas y terrazas, hasta llegar a la playa de las Fuentes. Nos apalancamos al solecito con un polo, mientras esperábamos que las chicas vinieran a buscarnos. Teniendo fuerzas, y horas de sol, hubiésemos podido llegar a Peñiscola, pero sabia que por el medio teníamos Torre Badum, subida muy pronunciada para nosotros. Otra vez será (digo).

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