COSTA MEDITERRANEA DE FRANCIA

Este viaje por la costa mediterranea de Francia ha sido breve pero intenso. Por todas las novedades con las que partiamos, y todas las historietas que nos han pasado, que lejos de arrugarnos, nos han hecho más fuertes en esto del cicloturismo. Han sido 3 dias y 211 km recorriendo el Languedoc en Francia por los caminos que marcan la ruta eurovelo 8 muy cerquita de la costa. La fecha elegida ha sido mayo con días con muchas horas de luz, y poco turismo. Esta zona de Francia es muy parecida a España, llana y con muchos sitios para comer y dormir de tienda de campaña, con lo que es muy apetecible para viajar en bici. Sigue leyendo que te vas a reír.

SIN REMOLQUE

Comenzando con las novedades este ha sido nuestro primer viaje largo sin remolque. Eso supone que mi hijo hereda las alforjas Lidl, y yo debía colocar de otra forma en las alforjas Vaude lo que mas abulta: la tienda de campaña y las esterillas. Lo pudimos llevar todo, aunque pecamos en colocarlo mal al principio, no optimizamos el espacio y eso se notó en que cogimos muy poca ropa. No hay fotos mías porque iba semidesnudo :). Ahora repartimos el peso del equipaje (ya no es un niño), y el rodar de mi bici es más normal. El cicloturismo sin remolque es una ventaja al callejear, tomar transporte público o salvar unas escaleras.

La segunda novedad estaba en la bici de mi hijo. La decathlon rockrider ya le venia tirando a pequeña, y compramos una Orbea Dakar de segunda mano, que adaptamos para cicloturismo. En ese tuning cambiamos los neumáticos de su bici y la mía por los Schwalbe Marathon. Después de muchos viajes, nos hemos dado cuenta que principalmente rodamos por asfalto, y estas cubiertas funcionan bien en ese medio. Después de este viaje confirmamos las expectativas y en caminos de tierra o grava, cumplen lo necesario.

SUFRIENDO LA TRAMONTANA

Comenzamos a pedalear más tarde de lo esperado desde Argeles sur Mer, donde dejamos el coche en la estación. Veníamos de Barcelona donde habíamos participado en la Pantumacona. Ya preparándolo todo para pedalear me di cuenta que teníamos un invitado no esperado: la tramuntana. Un viento del norte (nuestra dirección del viaje) que pega fuerte, y durante horas. Nunca había tenido el placer de conocerlo en persona, pero había oído acojonantes historietas suyas por lo del kayak. Pronto vimos señales de la eurovelo 8, y por momentos íbamos protegidos. Pero en una costa tan llana era cuestión de tiempo terminar en terreno abierto. Y así fue para llegar a Canet et Rousillon donde lo difícil era mantenerse encima de la bici. En las playas la arena que arrastraba el viento cortaba con lo que las evitábamos.

En ese plan, hacíamos paradas donde alguna urbanización nos ofrecía refugio, pero de nuevo el carril bici paralelo a la D81 y recto como como un poste, se nos atragantó. El cansancio y la tramuntana ya no nos dejaba pensar mucho, y lo que estaba claro en que en esas condiciones no llegábamos al camping previsto. Paramos en un McDonalds para solucionar que mi teléfono no tenia cobertura, aclarar ideas y adaptarnos a la situación. Con ese panorama, decidimos dejarlo en Port Leucate. Al menos esa noche nos pegamos una cena con ostras para quitarnos de la boca el sabor de la tramuntana.

El segundo día llevaríamos también de contra al señor tramuntana. En un paisaje de lagunas, humedales y playas sin fin, era difícil esconderse del vendaval y de los reproches de mi hijo por no haber previsto el viento. Lo pasamos especialmente mal en un despiste donde nos colamos por la carretera D627, sin arcén, con tráfico y soportando el huracán. De nuevo volvimos a la orilla del mar y a unas larguísimas playas para llegar a Port la Nouvelle. En el horizonte se veía que era el día de los chavales del kite surf. En la playa unos coches a vela volaban sobre la arena. En circunstancias normales hubiésemos pedaleado por la playa, pero con tanto viento cabía ser conservadores con las fuerzas. En Port la Nouvelle pronto encontramos el canal de la Robine (aquí acababa el asfalto) que nos llevaría hasta la ciudad de Narbona. Pero antes teníamos que atravesar una enorme lengua de arena entre lagunas, donde como esperaba, volvimos a sufrir por el viento (y mucho).

Tras comer un helado tamaño tramuntana en Narbona seguimos remontando el canal de la Robine, si bien en la última esclusa el camino estaba cerrado y las indicaciones (como en bastantes puntos del viaje) brillaban por su ausencia. De nuevo en ruta, continuamos al lado del canal. Gracias a la guia Bicimap del Canal du Midi que me regalaron, nos desviamos en la esclusa de Raonel para tomar la carretera D13 con tráfico solo hasta Cuxac d´Aude. Continuar recto por el canal de la Robine implicaba encontrar un puente ferroviario que cruzar si o si con las bicis al lado de la vía (no molaba). Tras 10 horas de pedaleo, lo dejamos en el camping municipal de Sallleles d´Aude.

REGRESO AL CANAL DU MIDI

El tercer día por fin salió sin viento, y en un agradable paseo llegamos ya a territorio conocido: el punto donde se junta el canal du Midi y el de la Robine. Era inevitable volver a recuerdos, anécdotas y sensaciones de la primera vez por esta ruta hace ya cuatro años. Pero esta vez con más fuerzas en las piernas íbamos a cumplir algo que la otra nos dejamos en quimera: llegar al Mediterráneo. Por hacerlo diferente tomamos un atajo entre las colinas y en el tunel de Malpas, lo quisimos cruzar por dentro. Esto fue un error, porque bajar cargados por las escaleras fue un suplicio asumible, pero al pasar por dentro vi que la barandilla, de hierro macizo, estaba doblada de forma que las bicis solo podían pasar con las alforjas desmontadas. Esta historieta nos hizo gastar tiempo, energías y matar el encanto del túnel.

Poco antes de llegar a Beziers tuvimos otra sorpresa, y es que no se podía acceder por el canal a las esclusas Fonseranes (muy bonitas porque hay siete pegadas) por obras. Sin señales alternativas y solo con nuestra orientación tuvimos que encontrar el camino a Agde. Antes de llegar a esta ciudad otra nueva sorpresa en el puente sobre el Libron. Había que subir por unas escaleras, y pasar las bicis por unos hierros donde (otra vez) había que desmontar las alforjas.

El siguiente punto de interés era la esclusa redonda de Agde, pero aquí acababa el camino sin indicaciones. A partir de ahí continuar por el canal está prohibido (en teoría). Estábamos cansados, sin tener claro que hacer ni por donde ir. Por suerte la guia Bicimap nos ayudó a buscar el camino en Agde eso si entre la jungla de coches. Llegamos al camping previsto, pero tenia mala pinta, por eso en un arrebato (no muy aconsejable) decidimos volver al canal y continuar pedaleando. Estos tramos que sobre el papel parecían muy chungos, estaban aceptables, eso si, porque estaban secos. Si esperas barro, para llegar al faro de Onglous evita ir por el canal. Frente la última esclusa vimos el camping les 7 fonts y nos quedamos. Llegamos cuando estaban cerrando (las 19:00) y como nos vieron cara de «sinpa(gar)» nos dejaron quedar a cambio de dejar en prenda mi dni. A la próxima llevo otro falso.

CHASCO PARA VOLVER A CASA

Preparando la cena nuestra aventura dio un vuelco importante y es que mirando internet nos enteramos que teníamos por delante dos días de huelga de trenes. Esto nos dejaba un solo tren al día siguiente para volver a Narbona, y buscarnos la vida con combinaciones de otros para llegar a Argeles sur Mer. El plan B era continuar pedaleando más días buscando el norte pero no llevaba track ni mapa, con lo que no era una opción.

El cuarto día comenzó pronto sin tener claro casi nada. Fuimos en busca del faro de Onglous por el canal, por un camino muy estrecho entre la vegetación. Cuando esta se abrió, un camino recto permitía ver al final el faro. Unos metros antes de llegar, hay que bajar de la bici porque hay un puerto y no mucho espacio para pasar. El faro se considera el final del canal du Midi pero realmente no termina directamente en el mar, sino en una gran laguna que luego conecta con el Mediterráneo. Como era pronto decidimos seguir hasta la ciudad de Sete para tomar allí el tren. Por delante teníamos un carril bici muy chulo de 14 km entre dunas y humedales. La vista al llegar a Sete era de una colina y una zona turística. El subidón vino al bajar la colina y comprobar que Sete era una ciudad, como una pequeña Marsella, enorme, y con un puerto impresionante. Lo último que necesitábamos era perdernos y no llegar a la estación. Habían señales, pero se nos quedó el culo torcido al ver el puente que nos tenia que llevar a la Gare estaba desmontado por obras. Tuvimos que dar un intuitivo rodeo por un tráfico endemoniado.

El tren finalmente nos llevó a Narbona, pero mi francés de Paco Martinez Soria me jugó una mala pasada, y topamos con la realidad que no podíamos continuar en tren. Teníamos que seguir con autobuses sustitutivos de la SNCF, nadie sabia si se podían subir bicicletas y funcionaban con retraso. Encima se puso a llover. Rezamos todo lo que supimos a Murphy para que no aplicase mas leyes ese día. Finalmente llegamos a Argeles sur Mer a por el coche después de 7 horas cuando no habría costado ni 2 en tren normal. Todavía nos faltaban 450 km en coche hasta llegar a casa, pero eso fue otra historia con final feliz.

eurovelo-8-por-sur-de-francia guia Canal du midi bicimap

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