BUSCANDO EL NORTE: DE TARRAGONA A FRANCIA

Hace tiempo que pienso que la vida es cambio y movimiento. Que no revolución ni hiperactividad. Y en esa línea, me planteé algo que nunca había hecho: viajar solo. No como un reto, ni un viaje interior, que yo no soy tan complicado. Simplemente se trataba de descubrir sensaciones nuevas. Y el mejor escenario que se me ocurrió es el tramo catalán de la eurovelo 8. Por si alguien no la conoce es una ruta de largo recorrido que va de Atenas a Cadiz, y en España discurre por la costa mediterránea.

En anteriores viajes ya había recorrido esa ruta desde Alcoy a Tarragona. E incluso he pedaleado tramos en Francia. Por eso, unir en un viaje Tarragona con Argeles sur Mer en la costa francesa, y de esa forma descubrir esa parte desconocida de la eurovelo 8, era un potente afrodisíaco ciclista.

RUTA EUROVELO-8

COMO ES LA EUROVELO 8 ?

Si te preguntas si la eurovelo 8 es como un carril bici que va por la costa, la respuesta es un rotundo NO. Es un proyecto que de momento solo existe sobre el papel, y en la cabeza de fantasiosos como yo. En la comunidad valenciana hay un proyecto hecho y un plan de inversiones. En Cataluña el tema está por desarrollar. Eso significa que vamos a topar con importantes dificultades y aliados para encontrar un recorrido bici-friendly.

Para mí un aspecto negativo es que vamos a cruzar una zona de alta densidad de población, lo que significa carreteras saturadas de tráfico, especialmente en verano. Sin olvidar que hay que salvar un monstruo como Barcelona. Otro punto malo es que vamos a encontrar un perfil rompe piernas en algunos tramos. Otra cosa que no mola es que no hay señales salvo en el tramo final, en Gerona, en el tramo de la Pirinexus.

OFERTA PARA DORMIR Y COMER

Como puntos positivos tenemos que va a ser muy fácil encontrar de todo para dormir y comer, y que muchas veces llevas el mar a la vista con lo que es difícil perderse. Si a eso le sumas que la vía del tren corta muchas playas como una enorme cicatriz, ese lastre del paisaje nos deja un corredor ciclista a la orilla del mar, aunque a veces terminaba abrúptamente. Esa línea de ferrocarril también es un aliado para ir al principio del recorrido, o para volver a casa. En unas 11 horas puedes ir (o volver) de Valencia, a Portbou enlazando trenes que permiten llevar la bici sin reserva ni desmontar. Puede parecer una castaña, pero conforme está el panorama de las bicis en el transporte público español, es un punto muy fuerte.

SALIENDO DE TARRAGONA

En tren llegué donde terminamos la otra vez: la estación de Tarragona. Sin estirar ni nada me puse en marcha tomando la vieja n-340 que llevaba un tráfico aceptable. A pesar de ser septiembre el sol apretaba. Viendo que la nacional me llevaba lejos de la costa entré en el pueblo de Torredembarra buscando la orilla. Pronto me di cuenta que encontrar un camino bici-friendly iba a ser difícil y tenía que aprovechar para rodar por los paseos marítimos que pillase. Así pasó por ejemplo para llegar al puerto de Roda de Bará. Eso en verano está prohibido (lo ponía en muchas señales) por eso mejor huir de esa época. Y es que el urbanismo de esa parte de Cataluña se come la costa, y muchos caminos litorales son ratoneras que terminan en una urbanización.

Por cabezón no compré agua en Vilanova i la Geltrú, y me perdí un poco para llegar a Sitges. Ya un poco derrotado y viendo la hora que era me quedé en el camping Sitges. Ya he aprendido de otros viajes que hay que ser conservador en los kilómetros de la primera jornada. Así que con tiempo me fui al pueblo aprovechando que eran las fiestas de Santa Tecla. Después de dar una vuelta cayó una tormenta tremenda y me tuve que refugiar en el porche de una ermita, donde acudió a lo mismo gente de diferente pelaje. Parecía una película de Alex de la Iglesia.

CRUZANDO BARCELONA

Puede que porque se pasó toda la noche lloviendo, pero al día siguiente me dormí y no madrugué todo lo que quise. Pronto me enfrenté a las cuestas del Garraf que conocí hace poco en kayak. Con la moral a tope por haber cruzado como un campeón ese tramo, me dediqué a cruzar con viento a favor Castelldefels. Rodar por la orilla del mar era un lujazo aunque sabía que tenía por medio el aeropuerto y debía esquivarlo. En este punto de a ruta, todo acababa en la autovía de Castelldefels y tuve que tirar de Sant Google, para llegar de forma amigable a Barcelona. Todo iba bien hasta que poco después de cruzar el río Llobregat había un muro ciclista de puentes y autovías. Un ángel de la guarda con chandal paseando un perro vino a salvarme, diciendo por donde era el camino mientras Google maps me decía que me metiese por una autovía.

La tranquilidad de los anteriores kilómetros se vio destrozada por la ciudad de Barcelona llena de demasiada gente ruidosa con prisa. Por suerte, conociendo un poco la urbe me resultó fácil llegar por carril bici al paseo litoral, y por allí escapar. Además negros nubarrones amenazaban con descargar, y no quería quedarme atrapado allí. La parte norte de Barcelona, es más bici-amiga, y me encantó ir improvisando el recorrido para cruzar la zona del Forum y llegar a San Adrià de Besòs, donde comí. Ya el resto de la tarde fue una gozada ir pedaleando con el Mediterráneo al lado, muchas veces entre la orilla y la vía del tren. Por hora y kilometraje lo dejé en Arenys de mar, en el camping el Toro.

LLEGO A LA COSTA BRAVA

El tercer día suponía entrar a la costa brava y encontrar un perfil escarpado de costa. Pero antes pude disfrutar cruzando las playas de Calella y Pineda de mar. Para salvar el río Tordera tuve que separarme de la costa, y de esa forma llegué a Lloret donde el agobio de gente era importante. Poco a poco las rampas se fueron complicando, y tuve que soportar bastante tráfico rodado. Al llegar a Tossa de Mar, decidí meterme hacía el interior para evitar la sinuosa carretera costera hasta Sant Feliu. Llegar a Llagostera se me hizo muy duro y varias veces tuve que ir caminando porque las piernas ya no me daban. Ya en Llagostera enlacé con la vía verde del Carrilet y comencé a encontrar señales y ciclistas.

En vez de llegar hasta Sant Feliu de Guixols  recorté hasta Platja d´Aro para encontrar la Pirinexus que me llevaría al norte. En la bella Palamós enfrentado a una horchata king size, me comencé a plantear donde podía dormir. Al ir lejos de la costa, no había mucho camping donde elegir por eso puse rumbo a Pals. Pero el camino de Palamós hasta Palafrugell me trajo una sorpresa que no esperaba, la vía verde del tren petit. Un precioso camino de tierra entre verdes campos.

MISIÓN CRUZAR FRANCIA

El cuarto día las piernas empezaron a revelarse, y el alma a pedir compañía con conversación. No tenía claro ni la distancia ni el perfil de esa etapa, y eso me asustaba un poco. Por llegar a Pals, me había salido de la ruta Pirinexus, y para volver a ella, por culpa de Google y mi manía de no dar la vuelta, me volví a meter en un lío. Acabé empujando la bici cargada por el cauce seco de algo parecido a una acequia. Aquel lugar era el escondite perfecto para que un asesino en serie enterrase a sus víctimas durante años. Esos 400 metros fueron el cenit de mi soledad en ese viaje.

Con las fuerzas justitas, lo desconocido por delante, y en una ratonera tenía las emociones a flor de piel. Por eso descubrir los caminos del Empordá fue un subidón. Especialmente por la luz cálida de la mañana, los campos verdes y un cielo plomizo. Prometo que suspiré varias veces de placer cicloturista. Especial fue el momentazo cuando pasé junto las ruinas romanas de Empuries. Y es que a un tipo como yo, los pinos a la orilla del Mediterráneo nos ponen muy tonticos.

La silueta de los Pirineos cada vez estaba más cerca. Y el pedalear todo el día por camino de tierra, me iba machacando todo el cuerpo y los ánimos. Me perdí un par de veces, y me encontré con unas rampas impracticables para bicicleta con alforjas antes de llegar a La Jonquera. Una vez la Kona Rove me demostró lo versátil que es en  muchos escenarios, y me dijo «si, tú puedes». Para cruzar la frontera, la Pirinexus te manda por unos senderos estrechos pero aceptables si vas con alforjas. Pero cuando vi una variante por asfalto por la N-II no me lo pensé y llegué de esa forma a Le Perthus, con la luz de reserva encendida. Llegar a mi camping en Le Boulou fue un juego de niños gracias al suave descenso. Eso si con unos 120 km destrocé mi techo en una jornada de cicloturismo.

QUIERO VOLVER A CASA

Como Rambo en su famosa peli, mi cabeza solo decía, «quiero volver a casa…». Especialmente porque una vez en Argeles sur Mer (donde la costa se vuelve llana) ni tenia ganas de seguir hacía el norte (ya lo había pedaleado), ni tenia fuerzas ni moral para soportar el desnivel para llegar a Portbou. Por eso tomé el primer tren regional que en una cadena de cuatro trenes me llevaría hasta Valencia, pudiendo llevar mi bici sin problemas. Y todo por 42 eur, eso si, tomé el primero a las 11 y llegué a las 22 h. Una vez en Portbou se combina la linea R-11 con la R-16 y el regional Tortosa-Valencia.

Todavía falta mucho por hacer entre Sant Feliu de Guixols y Tarragona para que ese tramo de la eurovelo 8 sea amistoso para las bicis. Pero ha sido divertido, y es un reto muy chulo fuera del verano, si tienes un poquito de nivel en el cicloturismo. Con respecto al tema de pedalear solo, creo que mola mucho más la compañía de mi hijo. Claramente compartir es una de las razones de viajar en bicicleta. Ahora lo tengo claro.

eurovelo 8 en catalunya

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